ELENO DE CESPEDES PRIMER ENFERMERO TRANS DE LA HISTORIA

Esta es la apasionante historia de Eleno Céspedes; nació esclava, mulata y mujer en época de Felipe II. Fue costurera, pastor, soldado y sastre, hasta que descubrió su verdadera vocación en la atención y cura de los enfermos, llegando a convertirse en el primer enfermero y cirujano transgénero de la historia.

Hija de un comerciante andaluz y de su esclava negra. Desde niña sufrió abusó por parte de su padre y amo hasta quedar embarazada cuando apenas tenía 15 años. Su padre preparó un matrimonio de conveniencia con un albañil de Jaén, al mismo tiempo que liberaba de la esclavitud a su hija.

Tras el parto del niño, se separaron y Elena dejó al niño en adopción. Comenzó a viajar por Andalucía trabajando como costurera. Entre otros empleos, trabajó al servicio de un sacerdote de la catedral de Granada en labores de costurera con quien aprendió a leer y escribir.

Es entonces cuando decidió comenzar una nueva vida; comenzó a vestir como hombre y a trabajar en labores de campo como labrador y pastor. 

Su ambigüedad y su éxito con las mujeres continuamente le metían en líos, fue perseguido por pretender a la mujer del corregidor y encarcelado por un enfrentamiento con navajas con clan gitano.

Con 23 años se alistó como soldado para participar en la campaña contra los moriscos de las Alpujarras. Aunque sus compañeros sospecharon que era mujer nunca le denunciaron. Terminada la guerra, con 25 años retomó su oficio de sastre por distintas localidades españolas, hasta instalarse definitivamente en Madrid haciendo calzas, confeccionando ropa y reparándola.

Allí tomó amistad con un cirujano con quien se convirtió en aprendiz de cirujano, cosiendo y curando enfermos. Después comenzó a curar por toda la serranía durante dos años, pero otros cirujanos le acusaron de intrusismo y antes de que las denuncias le hicieran apartar de su vocacional oficio, se examinó ante el Real Tribunal del Protomedicato, consiguiendo los títulos de sangrador y el de cirujano.

En Ciempozuelos conoció a la joven María del Caño, se enamoró de ella y en junio de 1585 le pidió matrimonio, pero el vicario pidió una certificación de su masculinidad como varón y Eleno aceptó ser examinado por tres cirujanos de renombre.

Tras un examen visual, no muy exhaustivo, los galenos certificaron en un informe que Eleno de Céspedes era varón y que “tenía unos genitales masculinos de buen color y excelente tamaño”.

Superadas las amonestaciones, por fin pensó que su vida social, viviendo y trabajando como hombre, se había normalizado. Pero al llegar a Ocaña para cubrir el puesto de cirujano vacante, le reconoció un antiguo capitán en la guerra de las Alpujarras y le denunció por ejercer la cirugía y vestir como hombre siendo mujer.

La Inquisición no le juzgó por su condición transgénera, ni por homosexualidad, le juzgó por atentar contra el sacramento del matrimonio al que había profanado y despreciado al haberse casado en dos ocasiones, una como mujer y otra como hombre.

Durante el proceso se volvió a realizar un examen de sus genitales descubriendo que los tenía femeninos.

En la sentencia final se le condenó a recibir doscientos azotes y la reclusión por diez años en el hospital del Rey de Toledo donde trabajaría como enfermero sin sueldo.

Su fama y los resultados de sus cuidados a los enfermos, produjeron verdaderas peregrinaciones para poder ser atendidos en el hospital por él. Esto llevó a que le trasladaran a Puente del Arzobispo, a uno de los hospitales para pelegrinos donde ejerció como enfermero su sentencia inquisitorial. No se ha encontrado ninguna documentación sobre él con posterioridad a su condena.

Aunque no existen certezas históricas, el descubrimiento de documentación en archivos del Siglo XVI en Perú, que hablan de las actividades realizadas por un cirujano mulato que había llegado de tierras españolas, nos hace imaginar cual fue el final de su historia.

Es un modelo de superación, de profesionalidad como sanitario y un ejemplo de lucha por la reivindicación de su identidad como persona.

Para leer el reportaje completo publicado en la revista Noticias de Enfermería nº 133 pulse aquí

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